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Hiperconexión y éxito



Conozco a alguien que se muestra constantemente conectada con el exterior. Aún durmiendo es capaz de despertar en segundos para dar una respuesta o atender a una alerta.

 

Esa, soy yo.

Como se puede esperar, es agotador.

Recuerdo estar sentada, de pequeña, frente al televisor viendo el programa concurso del viernes noche, o la película del sábado tarde, y tener la necesidad de aprovechar el tiempo haciendo collages o escribiendo. Nadie me dijo si era o no normal, ni yo necesitaba saberlo. Únicamente necesitaba HACER y CONSTRUIR.

 

Con la aparición de la tecnología, la maternidad y el desarrollo de mi vida profesional el tema se ha ido intensificando.

Tras reconocerlo, me apetece reírme por no llorar jejejeje. He aprendido de dos maravillosas alumnas, Mariona y María, que uno debe reírse de sus desgracias para hacer que fluyan y se diluyan en el universo. Gracias chicas por ser un ejemplo para mí.

 

Pues bien. Tuve la absoluta certeza de que yo era una persona hiperconectada, cuando decidí estudiar oposiciones. Me resultaba un auténtico suplicio estar encerrada en mi habitación, aislada de la vida familiar, negándome a quedar con amigos/as y sobre todo haciendo lo mismo durante varias horas. Tuve que aprender a ser paciente, a desarrollar estrategias de estudio que nunca antes había puesto en práctica y que nadie me había enseñado, y sobre todo, tuve que entender que la sociedad actual nos pone tan difícil sobrevivir a la hiperconexión, que hacerlo se convierte en un auténtico y revolucionario acto de valentía.

 

Saberlo generó en mí una explosión de energía. Siempre he sido muy de actos revolucionarios, y hacer la revolución desde la silla de mi escritorio me parecía un acto sutil pero poderoso. Así que inicié una lucha contra mi teléfono (obligándolo a permanecer durante horas olvidado en un armario), contra mi ordenador (una extensión absoluta de mis manos y de mi mente sin el cual me resulta difícil existir) y por encima de todo contra mi mente.

 

Luchar contra mi propia mente (o mejor dicho a su lado) es lo más difícil que he hecho en mi vida; pero también lo más fructífero. He aprendido a PARAR, no mucho la verdad, pero si a establecer límites para no llegar a un punto en el que ya no pueda regresar.

 

Así, la hiperconexión conectada al éxito es un auténtico peligro. Podría argumentarlo haciendo un ensayo con evidencia científica basándome en múltiple bibliografía que lo justifica. Pero no me apetece, porque me gustaría hacerlo perfecto y requeriría de horas de hiperconexión. Si a alguien le interesa profundizar en el tema os recomiendo a una persona maravillosa llamada Maite Valderas. Licenciada en física y doctora en ingeniería biomédica que se ha especializado en la neurociencia del corazón y de las emociones, y lo transmite enseñando a meditar. Con tanto amor y tanto sentido, que te atrapa.

 

Para finalizar. Asociar el éxito a la hiperconexión es una trampa más cruel que poner pegamento en una tablilla para que un ratón se quede pegado y muera de aburrimiento. Esas trampas existen, doy fe. Y la de la hiperconexión también. Porque yo soy el ejemplo. Relaciono, según respiro, el éxito a estar conectada con todo y con todos/as. Dando siempre respuesta, mejorando, perfeccionando, autoexigiendo.

 

Sabemos que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Pues bien, la energía vital hay que retenerla como tremendo tesoro, porque si te abandona te quedas llena de nada. O lo que es lo mismo: vacía.

 

Tener éxito y estar vacía debe ser una experiencia dolorosa. No se lo deseo a nadie, y mucho menos a mi misma.

 

Nos vemos en breve.

 
 
 

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